Una metáfora sobre el Desarrollo Económico
        Local: La sopa de piedras
        Una de las ideas principales del desarrollo económico local es: si
        todos contribuyen con algo, el resultado de trozos y piezas puede ser
        algo grande e importante. El DEL no implica necesariamente la inversión
        de grandes cantidades de dinero, pero sí necesita una comunicación
        intensa y coordinación. Una buena metáfora al respecto es el cuento de
        la sopa de piedras.
        La sopa de piedras
        Se cuenta de un sabio caminante que llegó a un pueblo muy pobre
        durante su recorrido. Había salido de las espesas colinas irlandesas en
        busca de algo que comer, y de pronto divisó éste pequeño pueblo y se
        dirigió hacia él, llegando hasta la plaza central. Allí entró en una
        taberna pequeña y preguntó si podrían ofrecerle a este hombre
        extenuado algo de alimento para recuperarse, ya que no había comido
        desde la noche anterior.
        La tabernera, una mujer vieja y harapienta le respondió: "Yo le
        daría de comer, buen hombre, si tuviera algo que darle, pero somos
        gente pobre y debo reservar cualquier migaja para mi propia
        familia." y le pidió que continuara su camino.
        Sólo a poco distancia sobre el camino vio una tienda pequeña y a un
        hombre de baja estatura frente a ella y nuevamente le preguntó a éste
        si tendría algo de alimento que ofrecerle. El hombre le respondió que
        se había quedado sin provisiones y que apenas tenía lo suficiente para
        alimentarse él mismo.
        El caminante continuó su trayecto hasta que llegó a una granja en
        las afueras del pueblo. Esta vez le preguntó al granjero y a su esposa
        si le podrían ofrecer algo de comer, añadiendo que él luego
        continuaría su camino. El granjero y su mujer le ordenaron al pobre
        caminante que se marchara, increpándole que ellos no tenían lo
        suficiente para alimentarlo y que debería ser azotado por mendigar de
        personas tan pobres como ellos.
        El caminante decepcionado regresó a las colinas. Aquella noche se
        acostó con frío y hambriento y planeó lo que haría al amanecer del
        día siguiente. Temprano en la mañana regresó hasta el centro del
        pueblo. Por suerte la mayoría de los pobladores se encontraban allí,
        incluyendo las personas con las cuales había hablado el día anterior.
        Apenas entró en la plaza le volvió a preguntar a la tabernera si
        estaba segura de no tener algo que ofrecerle.
        La tabernera le dijo: "Siento no poder alimentarlo y no poder
        alimentar a todo el pueblo, así estaríamos todos otra vez
        contentos."
        El caminante la miró y le respondió: "Qué desgracia, mi buena
        mujer, si hubiera traído mis piedras mágicas para la sopa, hubiera
        podido con seguridad alimentar a todo el pueblo".
        La anciana carraspeó: "Piedras mágicas... para una sopa de
        piedras que alcanza para todo el pueblo..."
        Los pobladores empezaron a aglomerarse alrededor de ellos curiosos de
        lo que acontecía. "Mi gentil dama...."y se
        calló..."¿sabe usted qué fue en una región como ésta en donde
        encontré mis piedras mágicas para la receta de la sopa de piedras? Es
        una receta mágica que me enseñó una hechicera hace muchos años.
        Sabe, en realidad no son las piedras, aunque éstas tienen que ser del
        tipo correcto, sino la magia de la receta de la hechicera la que haría
        que la sopa alcanzara para alimentar al pueblo entero. "
        El dueño de la tienda dijo intrigado: "Existen unas piedras muy
        bonitas tan sólo detrás de la primera colina, cerca del arroyo."
        "Vayamos a verlas", dijo el caminante. Todo el pueblo lo
        siguió hasta el arroyo, en donde él examinó detenidamente unas 30 o
        40 piedras. Levantaba cada una de ellas, la observaba, la probaba...y
        luego la lanzaba al arroyo de tal forma que salpicaban haciendo ruido
        apenas tocaban el agua..."esa no servirá". Finalmente,
        levantó una piedra redonda y rojiza y dijo sonriendo: "Esta piedra
        es perfecta. Tendremos sopa de piedras para todos"
        Todo el pueblo empezó a murmurar; se podía sentir la excitación ya
        que como todos eran pobres estaban realmente hambrientos. El caminante
        corrió hacia otra parte del arroyo y levantó otra piedra roja, y
        bailando una giga la sostuvo muy alto en el aire de tal manera que todos
        pudieran verla. De pronto se acercó al caminante un niño pequeño y le
        enseñó una piedra que había encontrado preguntándole: "¿Es
        ésta una piedra mágica, señor?"
        El caminante miró al niño, tomó su piedra y la examinó muy
        detenidamente. Finalmente empezó a hablar mientras que la muchedumbre
        guardaba silencio. "Este pequeño ha encontrado efectivamente la
        tercera piedra....y esta noche, mi buena gente, tendremos un festín con
        la sopa de piedras."
        El caminante se dirigió a la muchedumbre y preguntó: ¿Quién tiene
        una olla inmensa? El herrero afirmó que tenía una olla vieja, no muy
        oxidada, detrás del granero y fue con varios hombres del pueblo a
        traerla.
        "Ahora necesitamos leña para el fuego." El carpintero del
        pueblo manifestó que tenía restos de manera y se fue a juntarlos.
        Una vez que la olla estuvo limpia, llena de agua fresca del arroyo y
        colocada sobre un fuego que chispeaba bajo ella... sacó el caminante
        las piedras de su bolsillo, mientras que todo el pueblo lo observaba, y
        sosteniéndolas bajo la olla, recitó con una voz muy fuerte: "No
        de una piedra, tampoco de dos, sino de tres piedras alimentaremos a
        todos." Y tan pronto terminó con su verso lanzó las piedras al
        agua hirviente. Y luego, tomando un inmenso cucharón de madera, empezó
        a revolver la olla mientras que tarareaba una melodía céltica antigua.
        Transcurridos 10 minutos el pueblo empezó a impacientarse. Al
        percatarse de esto, el caminante revolvió una vez más la sopa y se
        llevó el cucharón a la boca para pobrarla. Y de algún lugar de la
        multitud se escuchó la pregunta: "¿Ya está lista la sopa?"
        El caminante sonrió después de probar la sopa y dijo: "Está
        buena, muy buena, pero si tuviéramos un poquito de sal estaría
        perfecta"
        A lo que el tendero respondió: "Yo tengo un poco de sal y hasta
        algo de pimienta para agregarle", y se fue corriendo a traerlos.
        Pasaron unos pocos minutos y nuevamente el caminante revolvió la
        sopa y llevándose el cucharón a los labios la probó nuevamente.
        El caminante sonrió de oreja a oreja y dijo: "Está buena, muy
        buena, pero si tuviéramos unas cuantas zanahorias para agregarle un
        poco más de sabor, entonces estaría la sopa perfecta."
        A lo que respondió la mujer del granjero: "Yo tengo algunas
        zanahorias, una patata y un poco de cebollas de mi huerto para
        agregarle", y se fue corriendo a traerlas.
        Transcurrido algún tiempo el caminante se acercó a la olla que
        hervía burbujeante despidiendo aromas que flotaban en el aire
        encantando a todo el pueblo, y nuevamente probó la sopa.
        El caminante con una expresión de satisfacción dijo: "La sopa
        está buena, muy buena, probablemente esté mejor que nunca, pero si
        tuviera unos trozos de carnero, ahhhh entonces la sopa estaría perfecta
        y sería digna de un rey".
        Esta vez habló el granjero: "Yo puedo sacrificar una de mis
        últimas ovejas y le agregamos un poco de esa carne", y se fue
        corriendo a traerla.
        Y así continuó la historia y todas las personas del pueblo
        contribuyeron con una pequeña porción de algo que ellas guardaban
        cautelosamente para sí mismas... y la sopa recibió tantas pequeñas
        contribuciones que terminó siendo un guisado más que una sopa. Así el
        pueblo tuvo aquella noche un festín con la gloriosa sopa. El panadero
        trajo lonjas de pan y el propietario de la Taberna hasta abrió un
        barrilete de mazamorra de avena para la fiesta. Fue una velada para
        recordar. Aquella noche increíble todos en el pueblo, incluido el
        caminante, comieron hasta estar satisfechos y así durmieron muy
        profundamente.
        A la mañana siguiente, mientras el caminante se alejaba del pueblo
        para continuar su trayecto, los pobladores lo iban llenando de muchos
        regalos y provisiones. A manera de agradecimiento el caminante le
        entregó a la tabernera las piedras mágicas diciéndole a ella y a todo
        el pueblo:"Ustedes pueden celebrar de ésta forma cada vez que lo
        deseen, sólo tienen que seguir la receta al pie de la letra y cada uno
        le agrega sólo un poco de lo que tenga para sazonar la sopa a la
        perfección..." Y así se alejó el caminante satisfecho con rumbo
        al sol poniente y las colinas de Irlanda.
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